La tradición literaria
- Arturo Mancilla
- 7 nov 2019
- 3 Min. de lectura

Llego el mes dedicado a la muerte, el mes en el que todos realizan algún tipo de ritual en honor a sus seres queridos que ya no existen en el mundo de los vivos. Se acercan las fechas en las que los niños salen a pedir dulces y son felices caminando por las calles con las caras pintadas, algunos con máscaras y disfraces muy elaborados; aunque cada quien es libre de reproducir las tradiciones que mejor le parezcan, es cierto que eso de pedir dulces no es algo propio del México que nos ha heredado tanto.
En estos años, es verdad que en muchas partes del país se han dejado de lado las tradiciones mexicanas o simplemente se ha transformado/actualizado la forma de celebrar el día de muertos. Aún existen personas que desean mantener vivas las tradiciones ‘viejas’ y que siguen haciendo su clásica ofrenda, dedicadas a sus seres queridos y otros tantos simplemente aprovechan para ir a los panteones a visitarlos, arreglar sus tumbas y pasar un momento de apego al recuerdo.
En las escuelas y algunas instituciones suelen fomentar esto, usualmente convocan en un concurso a sus alumnos, a los colaboradores, trabajadores o al público en general para participar con alguna ofrenda, alguna decoración, algún disfraz o alguna calaverita literaria. De este último, realmente no se sabe tanto, en cuanto a su historia.

¿Te lo has preguntado?
Las calaveritas literarias surgen a finales del siglo XIX, como una expresión crítica del pueblo contra la élite porfirista, y semejan un epitafio hecho con motivo del Día de Muertos. Sin embargo, la costumbre tiene sus orígenes en la época colonial y se vincula con ciertas expresiones de religiosidad ibérica de la alta Edad Media, como la Danza Macabra o Danza de la Muerte. Se enriqueció en la Nueva España con elementos prehispánicos, como el culto a Mictlantecuhtli (dios de la Muerte), los tzompantlis (troncos de cráneos de sacrificados y posible origen de las calaveritas de dulce) y la poesía precortesiana.
En la época novohispana, se relacionó las calaveras con la supuesta madre Matiana o del Espíritu Santo –oriunda de Tepotzotlán, estado de México-, a quien le atribuían profecías y epitafios que se transmitían oralmente. De acuerdo con registros históricos, esta mujer nunca fue monja. Lo cierto es que ingresó al Convento de San Jerónimo para servir de criada a una religiosa que sufría demencia.
La censura colonial prohibió la libre circulación de estas composiciones en las gacetas y otros medios impresos, por considerarlos irreverentes. No sería sino hasta el siglo XIX que estos versos satíricos aparecieron nuevamente impresos. Las más antiguas que registran las hemerotecas disponibles datan de 1849 en el periódico “El Socialista”, que editaba en Guadalajara, Jalisco, el médico italiano José Indelicato.
Actualmente, las calaveras son epigramas o versos rítmicos de rima variada cuyo motivo principal es la muerte, haciendo de ésta un pretexto para efectuar una parodia de personas –presentadas como ya difuntas- o acontecimientos políticos o culturales. Las características que generalmente se aprecian en dichas creaciones líricas son ingenio, ironía, sutileza, caricatura, rima y musicalidad.
Considerada la calavera como una composición poética, en algunas instancias donde celebran concursos de estas composiciones festivas piden que los textos participantes cumplan con cierta estructura (cuartetas, versos octosílabos o decasílabos, simetría de estrofas, etc.), aunque no siempre cumplen estos requisitos, pues estos versos satíricos se han convertido en una serie de rimas y frases jocosas creadas por el pueblo para burlarse en vida de algunos políticos nefastos, personalidades de diversos ámbitos y hasta de la propia muerte, dado el profundo sentido del humor que tiene el mexicano hacia ésta, aunque sin perderle el respeto, y que lo expresa en amplias y variadas manifestaciones culturales como los Xantolos, la exposición de altares de muertos y la confección de catrinas de papel.
Para la composición de calaveras literarias se requiere, sin duda, creatividad y observación de algún rasgo o cualidad del tema o persona a ridiculizar. Enseguida, se relaciona con una situación fúnebre, se juega con el lenguaje hasta encontrar la rima, se corrige los borradores y se redacta la versión final. Seguramente, será una experiencia divertida para usted en esta temporada. Escríbala, no importa que no rime. Lo importante es reírnos un poco de ciertos políticos funestos que han hecho de México un cadáver económico y social.

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