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Dramaturgos mexicanos: obras que abordan los malestares de nuestra sociedad

  • Foto del escritor: Prefacio Digital
    Prefacio Digital
  • 18 nov 2019
  • 4 Min. de lectura

Por Argelia Martínez




A 8 columnas de Salvador Novo

Esta puesta en escena, abre la discusión sobre la crisis moral en la que se encuentra el periodismo y lleva al espectador por los oscuros caminos que han de recorrerse en este oficio.

El Mundo “El mejor periódico de México”, contrata a un reportero novato, quien poco a poco irá aprendiendo las reglas bajo las que se maneja el periodismo y que en escasas ocasiones éstas son influenciadas por los valores morales y la ética profesional. Dichas situaciones lo arrastrarán hacia la disyuntiva donde tendrá que elegir entre la integridad moral o una carrera exitosa y próspera. No tardará en darse cuenta que siempre habrá quien esté dispuesto a tomar su lugar, aunque haya que prescindir de la honestidad.

A Ocho Columnas, exhibe la corrupción con la que se manejan los periódicos, donde la materia prima es la palabra escrita

y ésta es vendida a quien mejor beneficie sus intereses; donde al oportunista se le abren más las puertas; donde el nombre del periódico es más importante que la firma del reportero y de donde salen las pautas bajo las que los ciudadanos han de regir sus actos y opiniones.

A pesar de ser una obra estrenada en 1956, su contenido no deja de ser vigente y real, en un contexto donde México es el 2do país en el mundo más violento para periodistas, esta obra exhorta al espectador a ser crítico, vigilante y analítico.

Cabe mencionar que debido esta polémica obra teatral, Salvador Novo fue vetado por Rodrigo de Llano, entonces director de Excélsior.



Bye Bye Bird es un retrato fiel de la vida en los arrabales de la Ciudad de México. Una obra cruda, violenta y tan divertida como realista. Canciones de cumbia adentran al público en una unidad habitacional de la colonia Azcapotzalco, donde El Jhony, La Jenny y El Brayan conviven con los demás habitantes del barrio mientras recuerdan a su ídolo y modelo a seguir: Bye bye bird, un afroamericano de Misisipi que antes de ser asesinado por un tiro en la cabeza, gozaba de tocar la armónica, del sexo sin condón y del wisky.

Los tres personajes principales se comunican en su propia jerga, mientras se monean, delinquen, participan en secuestros y se burlan de las campañas del gobierno para “erradicar” las problemáticas de su colonia.

Más que denunciar los actos delictivos que se cometen en los barrios bravos, esta obra expone la normalización de la violencia por parte de los jóvenes que nacen, crecen y viven en la marginación. Entre el humor negro y un lenguaje florido los actores van tocando puntos sensibles: las drogas, la delincuencia, la prostitución, el analfabetismo, embarazos precoces, etc. Problemáticas plasmadas en escenas picaras que arrancan carcajadas a los que lidian con situaciones similares y también a los que nunca han pisado una calle de arrabal.

Esta obra toma por sorpresa a los espectadores con su sarta de groserías en combinación con el spanglish que el protagonista enseñó a sus tres discípulos antes de ser asesinado. Al ser Bye Bye Bird un espejo de una buena parte de la población mexicana, no permite que pares de reír y al mismo tiempo de sorprenderte con el cinismo de los personajes que cada vez van más lejos con sus fechorías. La genialidad de esta puesta en escena radica en el reflejo que cada espectador ve de sí mismo en ella, ya que la unidad habitacional pudo bien haber estado ubicada en Tepito, en la Doctores, en la Guerrero o hasta en Ecatepec o Ciudad Nezahualcóyotl. No necesitas vivir ahí para haber presenciado alguno de los escenarios que Bye Bye Bird nos presenta.


La Mordida de Artús Chávez

La mordida, una producción de la Compañía de Teatro Penitenciario, interpretada por sus actores que se encuentran en libertad, bajo la dirección de Artús Chávez es una obra que, mediante el uso del humor, a ratos blanco y a ratos negro, retrata el sinsentido que implica realizar trámites en México. Sin duda suena a historia de terror, pues la burocracia en México es profundamente surreal, pero para ser más precisos, podríamos decir incluso que es kafkiana, pues así como en El proceso en donde el protagonista no tiene ni idea de qué está pasando y por qué, así, Agapito, el protagonista de La mordida se ve envuelto en un mundo incomprensible, con unas lógicas ambiguas, y donde no entiende nada: una oficina de gobierno.

Agapito es una persona trabajadora que quiere poner una taquería, pero al llegar a la oficina correspondiente en donde debe conseguir el permiso necesario se encuentra con una serie de personajes que no podrían habérsele ocurrido ni al mismísimo Kafka: servidores públicos. La obra hace al espectador acompañar a Agapito al absurdo mundo de la burocracia mexicana, para recordar que -como si fuera una especie de ley de Murphy- cuando parece que todo está en orden, es porque nada lo está.

La Mordida evoca lo engorroso de los trámites, pero da la oportunidad de, por al menos una vez, convertir la angustia que estos provocan, en una carcajada liberadora, utilizando la risa como vía para relacionarnos con un hecho desagradable y poder contemplarlo con otra perspectiva y poder cuestionarlo.

La mordida es una invitación a perdernos en ese México surrealista a través de una puesta con elementos de cabaret y clown, para reencontrarnos al final de la función con una afirmación y una pregunta siempre pertinentes: eso no es normal, ¿qué puedo hacer para cambiar a México? Cuestiones que siempre, son de vital importancia.



 
 
 

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